De verdad que creo que el poder de la mente está infravalorado en la sociedad actual. Ahí dentro, en nuestro cerebro, está la capacidad de hacernos ver cosas que no se podrían ver de otra manera. Os voy a contar lo que me pasó el otro día y ya me diréis.
El fin de semana vi la película "The lovely bones", del director Peter Jackson. No os preocupéis si no la habéis visto que no la voy a destripar, pero sí os diré que es un thriller (una de suspense, que se ha dicho siempre) y que tiene detalles maravillosos que hacen gala de una imaginación fantástica. Pero sigue siendo un thriller. Y en el thriller hay un malo malísimo obligatoriamente. Y el de esta película, además, era... muy mala persona (iba a decir un taco). La cuestión es que este tío es un asesino en serie que mata niñas. Las engaña, las encierra y las destroza. Pues eso: muy mala persona. Como todos los malos malísimos, tiene una doble vida en la que el tío se dedica a construir casitas de muñecas con un nivel de detalle asombroso en su taller, apartado del mundanal ruido, mientras que en el sótano guarda los restos de sus víctimas. La cosa es que a mí la niña esta que se carga el monstruo me dio mucha pena. Os recomiendo ver la película de verdad, y no os preocupéis que no os he contado nada que os estropee el final.
El otro día me tocó tasar un local comercial. Os aseguro que me quedé blanco cuando me abrió la puerta un señor que era clavado al asesino de la peli. O al menos a mí me lo parecía. "Buenas tardes, pase pase, está en su casa", me dijo el caballero con la misma sonrisa con la que el monstruo engañaba a las niñas... Sudor...
Y entro en el local. Y descubro un taller lleno de cuadros, marcos, herramientas, estatuillas, muñecas... Y casas de muñecas... Más sudor. Sudor frío...
"Bueno, pues yo paso al fondo a medir" dije yo. "Adelante, adelante". Y él se quedó sonriéndome, sentado en su ordenador y escribiendo en sus cuadernos. Igual que hacia el asesino cruel. Yo, ya un pelín sugestionado, empecé a ver el sitio cada vez más tétrico. Montañas de materiales de trabajo, cuadros de siniestros retratos apilados que acumulaban telarañas, sierras y estribos para trabajar la madera... Vamos lo típico que tiene el asesino en su guarida, que pareciera que aquello estaba hecho a propósito.
"Hay un altillo al fondo", dijo él de repente detrás de mí, provocándome un respingo que casi tiro una montaña de piezas de repuesto que debían llevar allí setecientos años. "Pues habrá que verlo", dije con una sonrisa nerviosa mientras intentaba averiguar como había podido llegar el tío hasta allí sin que le hubiese oído. "Es esa puerta, la del final de la escalera", dijo señalando una ridícula puerta de madera roída que languidecía detrás de una montaña de cuadros apoyados en ella. Le miré. Seguía sonriendo. Miré la puerta. Daba miedo. Más sudor. Me volví otra vez. El tío ya no estaba. Joéeeee... Bueno, pues al altillo. Un escalón. "Josito, ahí guarda los restos, seguro". Otro paso. Ni rastro del dueño. "Déjate de mandangas y haz tu trabajo. Si mueres, que al menos sea cumpliendo con tu deber, que todos sepan que eres un profesional". Giro el pomo. "Verás tú el panorama que me encuentro". Empujo. Nada. Ni luz. "Abre ya, hombre!" y abrí, esperando recibir el golpe en la cabeza que me dejara KO...
Pero no hubo golpe. Y claro, en el altillo no había nada. Estaba vacío. Hice mi medición. Y salí. El señor había vuelto a su escritorio donde perpetraba... Digo..., donde trabajaba en sus asuntos. Me despedí y me marché.
Tengo que vigilar más esto de los thrillers y las pelis de miedo, que me sugestionan más de lo debido... La cuestión es que el tío se apresuró a apagar el monitor del ordenador cuando pasé por delante de él. Como si ocultara algo...
Podías escribir una novela de misterio, o algo así. Se te da bien.
ResponderEliminarUn saludo.
Tú crees? Pues mira que lo he pensado...
ResponderEliminarYo te animo. La verdad es que me mantuviste en suspense hasta el final del post.
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