domingo, 6 de septiembre de 2009
Bocadillos Felipe
He vuelto de tierras gallegas, a donde suelo ir bastante frecuentemente, y me gustaría hablaros de un sitio que ha supuesto a la vez un descubrimiento, una anécdota y una duda. Suena muy metafísico, pero veréis que no es para tanto.
En Ribadavia, una de las ciudades más importantes de la comarca de O Ribeiro, cerca de Orense, hay, pegadito a la ciudad judía, una bocatería que no llama nada la atención si uno pasa buscando un lugar acogedor donde degustar uno de los maravillosos vinos a los que el lugar otorga su Denominación de Origen. El nombre tampoco ayuda: "Bocadillos Felipe" no es el nombre más comercial o embaucador del mundo. Pero por algún motivo, acabamos sentados en su terraza sin más pretensión que saciar nuestra hambre y volver a nuestro hotel después de un día de excursión.
Y allí estábamos sentaditos, hablando de nuestras cosas, cuando vinieron a atendernos. El tipo era el anti-camarero. Una mezcla entre Sancho Panza y Marcelino Panyvino. Con un polo blanco manchado y sandalias con calcetines. Y unos guantes de plástico en las manos, de esos que te pones en las gasolineras para repostar. Un cuadro. Pero de una amabilidad fantástica. Pedía "permiso" (literal) cada vez que se acercaba y se despedía siempre con un "buen provecho", aunque no te dejara nada en la mesa. Aunque acabaras de pagar. Le preguntamos si el bocadillo vegetal que se leía en la carta hecha en Word, seguramente en el ordenador del hijo de Felipe, el dueño y cocinero, era muy grande y nos dijo que con uno para los dos tendríamos suficiente. Y lo acompañamos con dos botellitas de agua.
Ante la sorpresa que nos causó el camarero, empezamos a observar más detenidamente el sitio. Otra cosa que nos llamó la atención fue que por cada mesa había cinco botes de salsas: ketchup, mostaza, mayonesa, barbacoa y brava. Cinco, por favor, démosle la importancia que tiene. Había rollos de papel de cocina en las paredes (¿?¿?) y dispensadores de vasos de plástico. El interior era otro poema: más vasos de plástico, algo que no supimos identificar colgado por triplicado encima de la barra (adjunto la foto) en la que Felipe cocinaba a la vista de todos mientras su peculiar ayudante atendía las mesas, moscas en la pared (si, lo sé es asqueroso, pero en aquel momento ya nos daba la risa floja por todo), la barra de cerveza estaba en mitad del bar (ver foto)... Vamos, que no es el sitio ideal en el que uno sueña cenar.
La primera sorpresa: al pedir nos dijeron que habría que esperar 20 minutos. Bueno, vale, los esperamos. Sorpresa porque esa espera responde a la cantidad de bocatas que tenía que cocinar Felipe. Y mereció la pena. El bocata era delicioso. Aceitunas, anchoas, jamón, lomo, queso, lechuga, cebolla, pimiento... Un vegetal poco ortodoxo, pero estaba de muerte. Un verdadero descubrimiento. Empezamos a entender el por qué de los 20 minutos. Además la gente no paraba de llegar y no paraban de dar bolsas con bocatas que la gente pedía para llevar. Nuestro amigo no paraba de cobrar y devolver cambio con su genuino "Adiós y buen provecho". Me pregunto si al colgar el teléfono lo dirá también...
La cuestión es que repetimos al día siguiente. Descubrimos más cosas raras, como que la terraza estaba llena de cubitos rojos de basura, pero en el interior no había y los propios restos de la cocina los tiraban ahí, y más cosas, pero realmente me pregunté el por qué del éxito de Bocadillos Felipe. Era evidente que la calidad del producto y su relación con el precio (de risa) eran armas con las que podía competir contra la falta de higiene o encanto del sitio (aunque empiezo a pensar que esa falta de encanto forma parte de su encanto). Además, Felipe satisface una necesidad que otros hosteleros del lugar no han sabido detectar. Puedes tomar vieiras y pulpo en casi cualquier lugar, pero ¿dónde te zampas una hamburguesa con queso en Ribadavia? En Bocadillos Felipe.
Como tasador sólo hacen falta unas facturas para valorar un negocio, pero me pregunté este fin de semana, si no sería bonito saber identificar este tipo de cosas y darte cuenta de cuando un negocio funciona o va a funcionar. A eso se dedican los cazatalentos y los economistas. Pero parece una parte muy interesante de la valoración que se escapa de nuestras competencias, ¿no creéis?
P.D.: Os recomiendo a todos el sitio, por favor, no dejéis de probarlo.
Etiquetas:
explotación económica,
viajes
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Gracias por la recomendación culinaria (aunque me pille algo lejos).
ResponderEliminarEste es el típico caso en el que la valoración de un ILEE, arrojaría un resultado ficticio. Todo el valor de ese negocio reside en una base coyuntural : calidad-precio del producto. Ni la ubicación, ni las instalaciones, ni el acondicionamiento del local, son factores influyentes. Ni la higiene, por lo visto.
Jajaja.
¡Buen provecho!
No es Bocadillos Felipe, es Café Bar O Petisco, pero comúnmente se le conoce como El Felipito. Pero... ya le gustaría a Mc Donals, Burguer King o Pans and Company tener la calidad en sus bocadillos. Tomate, cebolla, ensalada, huevos... todo lo que puede es de su huerta; y lo que le dá ese sabor a los bocadillos y hamburguesas es la grasada de su parrilla.
ResponderEliminarTe has olvidado de la variedad de pinchos que están en la barra y que puedes coger GRATIS mientras esperas por tu bocata
ResponderEliminarLa gran pena es que a día de hoy ya no existe pues Felipe se jubiló. Y ya no podremos degustar más sus deciciosos bocadillos.
ResponderEliminarPues me rompes el corazón... Ahora que he vuelto a España tenía la intención de dejarme caer por allí de nuevo...
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