viernes, 25 de septiembre de 2009

El Coliseo o del valor de las cosas en el tiempo


Vuelvo de visitar Roma por primera vez (imperdonable no haber ido antes, lo sé) y reconozco que aún estoy impactado. Parece increíble cada rincón de esa ciudad. Por algo la llaman Ciudad Eterna, porque pervive por siempre y no se acaba nunca. Maravillosa.

Volviendo al tema principal de nuestro blog, me ha llamado mucho la atención uno de los edificios de la ciudad, el Coliseo, no solo por su majestuosidad, sino por un detalle que creo que viene muy a cuento.

Si queréis un poco de historia sobre el edificio, ésto es lo que dice Wikipedia sobre el mismo, pero resumidamente, vale con saber que tras el incendio de Roma, Nerón sólo se preocupó de construir su Domus Aurea, lo que no gustó al pueblo que se puso en su contra. Al suicidarse el Emperador, su sucesor, Vespasiano, decidió contentar al pueblo construyendo para él, y como obra cumbre de ello, realizó el Coliseo o Anfiteatro Flavio, que se terminó en tan sólo 8 años (sorprendente, ya que hablamos de la década de los 70 d.C.). En la Edad Media se utilizó como Iglesia, almacén, fortín y fortaleza, hasta que un terremoto derrumbó parte de su fachada, dejándolo inhabitable y desterrándolo al abandono. Con el tiempo el edificio se acabó convirtiendo en un edificio sin valor y pasó a ser utilizado como cantera para la construcción de otros edificios de Roma, hasta que el Papa Benedicto XIV en 1749 decidió protegerlo marcando ahí una etapa del Via Crucis que se celebra hasta nuestros días.

Aquí quedan relacionadas tres ideas: valor, tiempo y uso. El valor de las cosas, en nuestro casos de los inmuebles, está íntimamente relacionado con el uso que se les da en el momento en que se les da. El Coliseo ahora no tiene un valor calculable porque se usa como recuerdo de los orígenes de nuestra civilización, pero hace siglos no era más que una cantera de la que extraer material. Estos tres conceptos se ligan íntimamente y son inseparables. Entender ésto, que parece de perogrullo, no es tan sencillo como pueda parecer y me gustaría explicarlo detenidamente. Voy a poner un ejemplo que creo será ilustrativo.

Hace ya algún tiempo se nos pidió tasar una serie de inmuebles para una promotora-constructora. Entre ellos había una serie de suelos. Muchos de ellos no urbanizables. Ningún problema. Pero el cliente insistió en considerarlo todo urbanizable y con las construcciones terminadas. Se le explicó al cliente que en su cartera había suelo que no sería jamás considerado urbano. Pero el cliente insistió. Se le dijo que, según la normativa, esas tasaciones no podrían utilizarse para conseguir préstamos hipotecarios y se nos vino a decir que nos encargáramos de nuestros asuntos, que eran tasar lo que se nos pedía como se nos pedía. Y se hizo. El cliente nos pidió tasar un seiscientos como si fuera un Ferrari.


Pues si su seiscientos fuese un Ferrari, su seiscientos valdría 300.000€. Y se añadía una nota, un condicionante: "pero ojo, su seiscientos no es un Ferrari, sino un seiscientos, y esta tasación sufriría un considerable cambio de valor si no se pudiera cambiar la marca, motor, chasis, cilindrada, carrocería y hasta color del vehículo".

El cliente nos ignoró y de alguna manera (supongo que manera un tanto apestosa) consiguió los apoyos en el consejo del banco de turno para conseguir un crédito por muchísimos millones utilizando nuestras tasaciones. Por supuesto, luego el seiscientos se empeñó en seguir siendo seiscientos y la cosa estalló, con la consiguiente repercusión en los medios, que tras dejarnos a nosotros por los suelos (habíamos hinchado las tasaciones, según la prensa) provocaron la dimisión de algún que otro consejero del banco. Luego, en algún parrafín se decía que nuestros informes ya advertían lo del seiscientos y el Ferrari, pero como eso no era ya noticia, pues el asunto se fue dejando de lado.

El caso es que si el tiempo y el uso hubiesen sido los que el cliente quería, el valor de los bienes habría sido el que nosotros indicábamos, pero no fue así. Podría haber llegado a serlo, pero no dependía de nosotros. Se nos pidió tasar el Coliseo cuando se usaba como cantera, bajo el supuesto que la civilización romana desapareciera y la futura lo considerara una pieza clave de la Historia. Pero en ese momento, no era ese su uso, ni su valor...

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