Una de las características que tiene este trabajo es que visitamos, como ya sabéis, un montón de inmuebles, cada uno de su padre y de su madre, con sus peculiaridades y sus características. Sin embargo, debe ser cosa de la condición humana, pero el hecho es que en todos ellos se adivinan unas pautas que dicen mucho de sus inquilinos. Y esas pautas son prácticamente idénticas. En castellano: todos vivimos igual. Hace unos cuantos años ya, en una reunión que manteníamos anualmente con otros tasadores (ya no la hacemos, no sé por qué) alguien lo expresó de esa manera. La gente puede ser rica o pobre, culta o no, de un nivel social determinado o de otro, de un barrio o del de más allá, pero todos vivimos igual. Nos gusta hacer las mismas cosas en los mismos sitios, pero a nuestra manera, y con ese detalle, ya nos creemos originales y únicos en la raza humana.
Me refiero al estilo de vida. Todos vemos en los programas estos de casas fantásticas y diseños ultra-exclusivos, viviendas increíbles que se salen de la norma habitual. Sin embargo, a la hora de la verdad, todos queremos un salón, unas cuantas habitaciones, cocina y baño para hacer lo que hace el resto del mundo. No es una cuestión de dinero, no es que yo no vivo en una casa de ultra diseño vanguardista con una piscina a medio camino del salón y la terraza y un árbol en la cocina porque no tengo dinero. No, seamos sinceros. Probad a presentarle a un promotor un proyecto que se salga del estandard. Nos llamaría locos. Quiere vender casas normales a la gente normal. Ahí es donde está el nicho de mercado. El promotor ya lo tiene estudiado. Sabe cómo vive la gente. Quiere que la gente siga viviendo así. Lo necesita para que le cuadren los números. ¿Qué dicen los inquilinos de los bloques de vivienda protegida de los PAUs de los alrededores de Madrid? Que no les gustan sus edificios porque son de colores muy raros. Que las gentes del barrio les conocen por "los del bloque naranja, o verde, o azul, o los del bloque de coloritos".
La cuestión es que para nosotros esto es una ventaja. A la hora de valorar, el estilo de vida de la "persona media" (si tal cosa existe), es una incógnita que aparece a ambos lados de la ecuación, y por tanto se despeja. No influye. ¿Os imagináis tener que hacer un estudio de mercado para el bohemio, o para el artista, o para el ejecutivo agresivo, etc.? Pero al final, todos viven igual. Solo que uno pone más cuadros que el otro o ha pintado de colores chillones los cuartos de los niños. Ahí se queda la excentricidad.
Me refiero al estilo de vida. Todos vemos en los programas estos de casas fantásticas y diseños ultra-exclusivos, viviendas increíbles que se salen de la norma habitual. Sin embargo, a la hora de la verdad, todos queremos un salón, unas cuantas habitaciones, cocina y baño para hacer lo que hace el resto del mundo. No es una cuestión de dinero, no es que yo no vivo en una casa de ultra diseño vanguardista con una piscina a medio camino del salón y la terraza y un árbol en la cocina porque no tengo dinero. No, seamos sinceros. Probad a presentarle a un promotor un proyecto que se salga del estandard. Nos llamaría locos. Quiere vender casas normales a la gente normal. Ahí es donde está el nicho de mercado. El promotor ya lo tiene estudiado. Sabe cómo vive la gente. Quiere que la gente siga viviendo así. Lo necesita para que le cuadren los números. ¿Qué dicen los inquilinos de los bloques de vivienda protegida de los PAUs de los alrededores de Madrid? Que no les gustan sus edificios porque son de colores muy raros. Que las gentes del barrio les conocen por "los del bloque naranja, o verde, o azul, o los del bloque de coloritos".
La cuestión es que para nosotros esto es una ventaja. A la hora de valorar, el estilo de vida de la "persona media" (si tal cosa existe), es una incógnita que aparece a ambos lados de la ecuación, y por tanto se despeja. No influye. ¿Os imagináis tener que hacer un estudio de mercado para el bohemio, o para el artista, o para el ejecutivo agresivo, etc.? Pero al final, todos viven igual. Solo que uno pone más cuadros que el otro o ha pintado de colores chillones los cuartos de los niños. Ahí se queda la excentricidad.
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