lunes, 24 de febrero de 2014

El Canal de Panamá: planificación de proyectos y tasaciones de obra

Creo que, como personas productivas que se supone que debemos ser, cada uno debe sacar algún tipo de enseñanza de cada error que comete. Pero también es posible aprender, con ánimo constructivo, de los errores de los demás. Los errores están infravalorados. Pues bien: con todo este follón que la constructora Sacyr ha organizado en Panamá, creo que hay mucho que aprender. Yo voy a dejar de lado los errores gravísimos de gestión que, obviamente, han existido en el Canal, así como las implicaciones políticas, el desprestigio para la empresa constructora y las consecuencias que ha generado para otros proyectos españoles en el mundo y me centraré aquí en analizar el daño que supone que en una obra no se calculen bien las cantidades de dinero que son necesarias para realizar el proyecto o el que se produzcan retrasos en la misma.

Como en cualquier proyecto, y esto es algo que tampoco e enseña en las escuelas de arquitectura españolas, la programación y la gestión de los recursos implicados en el mismo es fundamental para que se lleve a buen puerto, para que sea una realidad y deje de ser proyecto. No es únicamente importante decidir cuánto se va a gastar, cuánto va a costar (y justificarlo debidamente), sino que hay que programarlo, establecer unas fechas y marcar unos hitos que nos permitan medir si vamos bien o hay que hacer correcciones. En España somos my dados al "bueno, un par de meses más da lo mismo" cuando en realidad es muy importante terminar a tiempo. En el ámbito de la construcción, el paso del proyecto a la realidad edificada se conoce comúnmente como "obra" y requiere de una programación igualmente. Todo proyecto requiere una programación, ya sea de autoconstrucción para que un individuo construya su casa, o del megaproyecto como el del Canal de Panamá. Y si encima uno pretende financiarlo con recursos ajenos (es decir, con un préstamo), esa programación debería ser absolutamente necesaria. ¿Por qué? Mirad el siguiente gráfico:

Estado inicial de un proyecto
 En el eje horizontal he representado el tiempo necesario para terminar la obra (ti) y en el vertical, a la izquierda, la inversión inicial ($i), de forma que al final de la obra, se pueda obtener un retorno esperado ($g), ya sea por ventas o cualquier otro medio de ingreso. Según este gráfico, el inversor (en el caso de obras suele ser el banco que financia) espera obtener una rentabilidad (Ri) que es la pendiente de la línea que une los dos ejes verticales. Ya es fácil entender lo que ocurre si la obra sufre retrasos o si aumentan las cantidades necesarias para terminar la obra (sobrecostes):

Modificaciones en el proyecto
Si hay un retraso, aumenta el tiempo de finalización de la obra (t2) y la pendiente o rentabilidad esperada (R2) disminuye. Si hay un sobrecoste ($sc), pasa igual (R3). Uno podría pensar que, con todo, el inversor sigue ganando dinero. Faltaría más. Pero el inversor lo que mira con lupa es la R, la pendiente de la curva, porque existe una cosa denominada "coste de oportunidad", que es la cantidad que se deja de ganar por meter el dinero en este proyecto y no en otro alternativo. El banco puede estar barajando otro proyecto, aunque no sea de construcción, en el que la R sea menor inicialmente, pero requiera menos tiempo, por ejemplo. Si nuestra obra prolonga sus plazos y le da la misma R pero en más tiempo, el banco se puede enfadar.

Imagináos cómo debe estar la R del Canal de Panamá. Obviamente, los ingresos de esa obra no vienen por ventas, sino por cobro a los barcos por su uso y son algo más complejos de calcular (son flujos en el tiempo), pero en esencia es lo mismo. El problema es que hasta que no se acabe la obra, los ingresos se van prolongando en el tiempo (aumentando la ti) y estamos hablando de contidades astronómicas de dinero. Dinero que el inversionista va a intentar recuperar sí o sí para restablecer su maltrecha R. Y lo va a hacer de la única manera que puede, aumentando el cote del uso del Canal a los barcos, por lo que el inversionista que financia el viaje del barco (ese es su proyecto), va a hacer lo mismo con su R, aumentando el precio del producto final que venda, y así sucesivamente hasta que tú veas cómo te suben el precio de la gasolina o el pan y no sepas por qué.

Por eso es importantísimo calcular bien los presupuestos, que sean coherentes y estén bien estructurados, e idear una programación (las famosas Cartas Gantt) en la que se reflejen los flujos gastados. Por eso también, es importantísima la labor del tasador en las cartificaciones de obra (o avances de obra, como se las denomina aquí, en Chile). No se trata simplemente de decir que la obra lleva un tanto por ciento avanzado, sino que se trata de entender bien el proyecto, y ser capaces de detectar si existen problemas que puedan representar retrasos (como que haya demoras en la entrega del material o que el personal trabajando esté suficientemente capacitado) o sobrecostes (cambios en materialidades o gastos imprevistos, bien por cambios de diseño o por malas administraciones de obra). Ni que decir tiene, que si lo que hay son cambios en el proyecto (número de unidades a vender, por ejemplo) ya no estamos hablando del proyecto original donde se invirtió.

Por cierto. Este gráfico vale igual para una obra que para cualquier otro proyecto, ya sea en tu lugar de trabajo o personal. ¿Has planificado bien tu proyecto y calculado tu R...?